martes, 23 de diciembre de 2014

SUEÑOS PERDIDOS

                                    
Giant's Causeway, Northern Ireland


 SUEÑOS PERDIDOS


Entre olor de alcoholes y azahar, descansaba sobre sábanas de lino cortado. Disponía Beltrán de 300 cobijas tejidas con filigranas y almejas para cada sueño de la noche, que Irama se esmeraba en cambiar con religiosa prontitud cada vez que el guerrero volvía de sus vuelos fantásticos.

Centurión de la noche y la profundidad de la mente, Beltrán soñaba para satisfacer el ansia de su amada Irama. Lo mismo espada que acordeón, cada noche volvía con tesoros insospechados y mantenía su casa en insuperable abundancia.

Pero no todas las noches vencía Beltrán a sus enemigos en sueños, ni complacía a su dama al despertar. Las pesadillas eran un riesgo constante de la profesión del que jamás se libraría.

Una noche soñó Beltrán con lo que habría de soñar en noches sucesivas. La voz le advirtió del peligro y le dijo que podía no dormir por tres noches. También le avisó que si dormía, podría no volver.

Con sus botas de cuero de marañón asiático, su escudo de alabastro y su espada de palo de rosa, se acostó Beltrán en su cama de plumas, al lado de Irama que, como siempre, velaba con melosa ambición.

Todo fue rápido y absoluto.

Cuenta la leyenda que Irama, por no querer perder los tesoros de esa noche y no despertar a Beltrán del peligro, quedó condenada a vagar por las calles de Ípeca, sin más posesión ni bien que 300 cobijas tejidas con filigranas y almejas. 

Northern Ireland


VISIONES


Merebeo era ciego de profesión y de nacimiento. Su madre, para aplacar el dolor de tener ella misma el don de vista y, sobre todo, el dolor de poder ver su fruto ciego, le bordó sobre los yertos párpados dos flores de alimebea, símbolo de la ciudad que ahora se desplomaba unidimensionalmente. Durante los días de su vida se dedicó a regar los escudos de carne con agua de pétalos de sándalo negro, hasta que un día el pulso se le detuvo a mitad de la noche, y sus manos dejaron sin luz las pupilas cerradas de Merebeo.

El tiempo cambió desde ese día. Las aguas se hicieron más tibias y las noches más rojas, y los siete soles dejaron de alinearse a la hora del alba.

Detrás de los ojos inertes de Merebeo ocurrió la hecatombe, y solamente él, el ciego, el inútil, el repudiado pudo verla.

Cuando lo encontraron, tenía los puños cerrados, y dentro de cada mano las esferas de los ojos lo quemaban como carbones.

Nadie nunca entenderá el horror que los ojos ciegos de Merebeo captaron en aquellos días, cuando las aguas se hicieron más tibias y las noches más rojas.          


TODO FUE RÁPIDO Y ABSOLUTO


Cuenta la leyenda que Irama, por no querer perder los tesoros de esa noche y no despertar a Beltrán del peligro, quedó condenada a vagar por las calles de Ípeca, sin más posesión ni bien que 300 cobijas tejidas con filigranas y almejas.





Gutiérrez-Rivas, Carolina. 2005. Revista Eventos. Universidad Central de Venezuela, Escuela de Idiomas Modernos 1, 32.

LA SOBERANA DE SHALlMAR

Portaferry, County Down. Northern Ireland. 



LA SOBERANA DE SHALlMAR

I

En la grupa de la danta itálica recorrió la costa de Shalimar, Arena-esterlina le calaba los dedos del pie derecho, y del pie izquierdo diamantes colgaban vigilantes de su sensualidad. Sus relojes de sol le aceleraban el miedo y su virginidad le punzaba como alfileres recién fundidos.            

Allí, en la costa de Shalimar, a la orilla del mundo y con corona de reina que lastima y pesa, se inclinó y oró a los dioses del tiempo, a los monjes del Calaí y a los señores del oro y de todo lo que habrá de venir, para que su fertilidad no se derritiera entre las fauces de los tiburones y su-virginidad no fuera arrebatada por víboras serpentinas.                .

Allí, en el silencio que producen los gritos del alba en los oídos de los sordos, y frente al crepúsculo incandescente de trece colores que sólo se puede ver en Shalimar, la soberana, la virgen, la única, la codiciada y jamás poseída majestad, posó pie en tierra y, por primera vez en treinta años, lloró.

II

“Albricias por la tierra mojada y el sudor refrescante y corriente", pensó al detenerse frente a la montaña. En ese lugar impronunciable donde el mar le promete a la tierra soñar con ella cuando la marea baje y donde crece la flor de hibisco de siete colores, decidió plantar bandera y quedarse a vivir.           

Venia de Ibeliza. Había pasado noches de lima angular y blanca en Macías, Lorena y Alfonsí, ciudades todas de mucho atractivo y encantamientos para los viajeros jóvenes y casaderos. Pero este era su destino.

Solamente una presencia, con figura de mujer humana, lo atraía a Shalimar. Había oído hablar de los catalejos mágicos de la ciudad, de sus arcoíris dorados, sus leones marinos y sus tragaluces nocturnos, pero, sobre todo, había oído hablar de ella, de la soberana. Y con ella en mente emprendió el viaje, dejando atrás todo lo conocido y todo lo por conocer.

Su camello desfallecía; la piel le tostaba las entrañas; sus ojos blanco mar se cerraban por el agotamiento, pero reconocía, allí en la costa de Shalirmar, las palabras que el viento venía a contarle en otro idioma, y la premonición inquietante de ser el primero en subir al lecho de la indomable soberana de Shalimar. 

III

Arropados por el manto que tienden los cielos sobre los elegidos, se sorprendieron tomando el baño de luna y lino de las seis, allí, en la costa de Shalimar.

Desorientada, preguntó al forastero sus intenciones, Éste le contestó certero y sin desviar la mirada, sobre sus planes y sus andanzas. "Soy el enviado de los dioses del tiempo, de los monjes del Calaí y de los señores del oro y de todo lo que habrá de venir. He venido a cumplir tu voluntad".

La tierra se tragó las lágrimas de la soberana con la pasión con la que el desierto absorbe la lluvia mansa. Los mares se retiraron y a la luz de un eclipse invertido, bestia y soberana se amaron.





Gutiérrez-Rivas, Carolina. 2005. “La soberana de Shalimar”. Revista Eventos. Universidad Central de Venezuela, Escuela de Idiomas Modernos, 1, 33.