Sin duda alguna en Venezuela, un país donde ser profesor es sinónimo de ser
mal pagado y poco valorado como profesional, hay muchas razones para no
dedicarse a la docencia. Ciertamente, si
hiciera el ejercicio de enumerar las razones por las cuales los jóvenes y
quienes ya estamos en este oficio no vemos la docencia como una profesión
atractiva encontraría muchas y la lista sería muy larga. Sin embargo, esta vez prefiero mencionar las
razones por las que disfruto tanto enseñar y se los dejo en una imagen, un
detalle muy hermoso con el que me encontré al llegar al salón de clase el día de martes 3 de noviembre del presente año.
Justo cuando uno comienza a cuestionarse sobre si vale la pena o no seguir
llevando a cabo este trabajo tan exigente, mis alumnos me sorprenden con este
mensaje. Eso me hizo recordar que así como este detalle son muchas las palabras
de agradecimiento y reconocimiento que recibo de mis alumnos. Cada fin de curso, de
trimestre o cada fin de un año escolar en la universidad por lo menos uno de
mis alumnos me alegra el día con sus palabras de agradecimiento por todo lo
aprendido durante las clases, por mi buen humor y por “mi calidad humana”. Cada
vez que me ven por los pasillos de la universidad y me saludan con tanto
cariño, con un besito y un abrazo, o cuando me regalan un caramelo o un
detalle; todo eso es suficiente, para sentirme recompensada por el trabajo de preparación
de clase, corrección de exámenes y explicaciones de un mismo tema una y otra
vez. Gracias a todos mis alumnos, mis ex alumnos y mis futuros alumnos también por
todo el cariño que me demuestran.