El año pasado escribí un post sobre el transporte universitario. Me veo nuevamente
en la obligación de escribir un segundo post sobre una situación en particular
que ha estado sucediendo en el autobús que utilizo. Desde septiembre del año pasado retomé el uso del transporte de la universidad luego del receso vacacional y de
haber vendido mi carro en mayo del 2012. En agosto 2012 publiqué el primer post y ya
había mencionado una situación que me molestaba y me parecía además injusta.
En octubre del 2012, fui personalmente
a la Dirección de Servicios y me entrevisté con la señora Yaribit
González, responsable del
Departamento de Transporte. Luego, atendiendo a su petición, escribí un correo en el que mencionaba entre
otras cosas que había observado un trato discriminatorio de los empleados en
contra de los alumnos, mencioné como en horas de la tarde algunos empleados atraviesan
objetos en los asientos para reservarlo a sus amigos y compañeros de trabajo y
como queja principal mencioné que algunas personas en horas de la mañana, y en
ocasiones en la tarde, consumen alimentos y bebidas dentro de la unidad; esta
acción genera que dentro de la unidad se concentren olores que pueden resultar
ser muy desagradables, pero que principalmente representa una falta a las
normas establecidas que prohíben el consumo de alimentos en las unidades de transporte,
principalmente por razones de higiene y a fin de mantener la limpieza de las
unidades. Solicité que se colocaran avisos en el autobús para recordarles a las
personas que en las normas está estipulado la prohibición antes mencionada. A
pesar de mi insistencia la Dirección de Servicios no atendió mi solicitud y los avisos nunca se colocaron.
Pasaron dos trimestres, enero-marzo y luego el trimestre irregular de
abril-julio 2013, noté que la situación lejos de mejorar parecía agravarse. En
el presente mes de octubre y particularmente en los últimos días he observado
que cada vez son más las personas que consumen alimentos en la unidad. Cansada
de soportar los males olores y seguir callando ante esaa situación, el pasado
viernes 4 de octubre le dije, de muy buena manera, y como información, a un
señor, de los varios que he observado, que en las normas de uso de las unidades
de transporte se prohíbe el consumo de alimentos y bebidas.
La conversación fue más o menos como sigue: “Sr, usted sabe que las normas prohíben
el consumo de alimentos en el autobús” a lo cual el señor indaga: ¿y por qué? “Por
medidas de higiene y para mantener la limpieza de la unidad”, le respondí. El
señor, haciendo caso omiso a mi observación siguió comiendo sus empanadas y
tomando su jugo. Una vez que el señor Richard, chofer de la unidad número 7 de
la Ruta Catia, se montó al autobús para iniciar el viaje a la universidad, le
informé sobre el incidente y le solicité que por favor conversara con el señor y
le informara sobre las normas, para que por favor no volviera a suceder. El
amigo del señor que come en el autobús se montó, se sentó a su lado y junto a
otra usuaria me observaron y escucharon lo que conversé con el chofer, a quien también
le informé que, por segunda vez, solicitaría la colocación de los avisos en la
unidad. De manera que, las tres personas que usualmente consumen alimentos en
un mismo grupo de amigos, estaban informadas.
El día lunes 7 de octubre, nuevamente llegué a la parada del autobús, entré
para sentarme y lo primero que me encuentro es el segundo señor comiendo
empanadas en la unidad con las ventanas cerradas y con el olor repugnante que
sale de su comida impregnado en el ambiente. La conversación fue más o menos así:
“usted
estaba aquí el viernes cuando le reclamé a su amigo sobre el comer en el autobús”,
“no, yo
no sé nada, yo no estaba aquí”,
“si
estaba aquí y además vió cuando me acerque a hablar con el señor Richard y en
voz alta dije que ya me había quejado en Dirección de Servicios y mandarían
colocar el aviso”.
El señor
dice: aquí todo el mundo come en el autobús” a esto le respondí: señor, ese no
puede ser su argumento de defensa, significa que usted hace lo que los demás
hacen pero estoy segura que si los demás se lanzan de una montaña al vacío y se
matan usted no hará lo mismo”.
Procedí a abrir todas las
ventanas para que se dispersara el olor y bajé de la unidad para esperar. Una vez
que el señor Richard ingresó al autobús le comenté del incidente con el segundo
señor del grupo de tres personas que usualmente consumen alimentos y él me respondió
que el señor si estaba informado de la norma pues él mismo se la había
comunicado. De manera que, estaba
consumiendo los alimentos aun sabiendo que está prohibido y que ya había habido
una queja de mi parte.
El día
martes 8 de octubre, llegué a la parada del autobús y a pocos minutos de haberme
sentado
Llegó otro usuario quien luego de sentarse se dispuso a comer su desayuno, una
arepa, dentro del autobús. Me acerqué y le informé de buena manera sobre la
norma, a lo cual el señor respondió de manera receptiva, se disculpó, manifestó
no saber de la norma y me pregunto si había algún problema en que terminara de
comer su desayuno dentro de la unidad. Le respondí que no tenía ninguna
objeción pero que en el futuro ya estaba en conocimiento de la norma. Esa es la
actitud que uno espera de un ciudadano. Una persona decente, culta y respetuosa
de los demás.
Posteriormente, se embarcó en la unidad, la chica que usualmente acompaña a
los otros dos señores en sus desayunos dentro de la unidad. Luego de sentarse
se dispuso a comer su desayuno, una arepa. Le dije exactamente lo mismo, “usted
sabe que ayer le reclamé a su amigo por comer en el autobús. Cabe destacar que
esta joven fue mi alumna, de manera que la he visto antes y la conozco. La chica
me dice: “Profe, mire, yo quiero que entienda que uno a veces lo agarran en el autobús
dos horas de cola y uno va muerto de hambre”. A esto le respondo, “yo eso lo
entiendo, pero también hay que entender que hay normas, que las normas hay que
respetarlas. Para evitar que eso suceda la solución es levantarse más temprano
y comer en casa, tranquilo y sin apuros”. Se trata de respetar las normas y a
los demás usuarios del transporte”. La joven, visiblemente molesta, cerro su
arepa y la guardó. Sin decir ni una palabras más.
El día martes llamé a la Dirección de Servicio para conversar
con el director pero no se encontraba, la encargada del departamento de transporte
estaba en una reunión, de manera que me atendió la secretaria. Ella me informó que el supervisor estaría esa
misma tarde colocando el aviso en la unidad de transporte. En horas de la tarde
el aviso aún no había sido colocado. El día miércoles no fui a la universidad y
regresé el día jueves 10 de octubre. Con gran alegría noté que el aviso de
prohibición de consumo de alimentos había sido colocado en el vidrio de la
unidad.
Justo al entrar en la unidad, el día jueves, ví a una joven que tiene por
costumbre comer una taza de cereal como desayuno, a ella ya le había informado
fuera del autobús el día martes, razón por la cual me sorprendió verla en actitud
de rebeldía y desobediencia de las normas. No obstante, le hice referencia al
aviso y le recordé la prohibición. Aunque su comida no despide olores
desagradables, de igual manera está en contra de las normas.
Obsérvese la botella en su mano |
En la mañana del jueves, el primer señor a quien le informé sobre la norma,
el mismo del grupo de tres personas, se montó al autobús una vez más con su bolsa
con empanadas y bebidas dispuesto a comer su desayuno. Siendo la segunda vez
que debía reclamar el incumplimiento de la norma y por cuarta vez al mismo
grupo de personas, mi ánimo, mi tono y mi molestia ya no estaban en el mismo
nivel. Ya habían escalado algunos escalones hacia lo insoportable.
Me acerqué al señor y le dije con un tono de voz que evidenciaba mi molestia:
“allá está el aviso, allí dice que está prohibido consumir alimentos, de manera
que ya no puede decir que no sabe. Si usted consume sus alimentos aquí está en
clara violación de las normas”. La respuesta del señor no puedo ser más triste.
“pero bueno señora, cual es el aplique suyo con nosotros” le respondí, no hay
ningún aplique, le estoy informando que hay unas normas que respetar y que
parece que usted no entiende”. Y respondió: “aquí todo el mundo come en el autobús”.
Acto seguido me reclamo que lo estaba gritando. Como mi ánimo no era el mejor
decidí calmarme y me senté.
Pero ahora le digo al señor: si usted no quiere que le griten ni le
reclamen nada, actúe y compórtese como un hombre serio y grandecito y respete
las normas. Era la segunda vez que le reclamaba su comportamiento irrespetuoso
y contrario a las reglas establecidas, no por mi si no por la universidad.
Más adelante, en la siguiente parada para recoger a los empleados, se montó
un grupo bastante numeroso, personas que ya conozco por lo menos de vista y
cuyo talante ya he logrado identificar. No estoy segura de cuantas personas estaban
de acuerdo en lo que hicieron pero puede ver claramente a dos mujeres empleadas
quienes luego de asegurarse de mi presencia en la unidad y portando bolsas contentivas
de empanadas grasientas y mal olientes se sentaron y comenzaron a comer. Todo
esto sucedió acompañado de risas en tono de burla. Se notaba que estaban realmente
disfrutando de su comportamiento que imagino en su estrechez mental piensan que
era en mi contra, o simplemente para molestarme. A lo cual me permito hacer la
siguiente reflexión y me pregunto: de verdad, ¿ustedes creen que lograron algo
con su actitud? Yo les voy a explicar lo que yo leo e interpreto de su
comportamiento esta mañana del día 10 de octubre.
Primeramente, esa es una actitud absolutamente infantil o inmadura, como
prefieran verla, es muy similar a la actitud típica de un niño cuando se le
regaña por algo que está mal así como: “ah sí, te molesta que coma en el autobús,
ahora lo voy a hacer para ver que me vas a hacer”. ¿Me explico? Su comportamiento
fue increíblemente infantil. De niño malcriado.
Segundo, dejaron muy evidente el tipo de seres que son. Demostraron que
lejos de ser ciudadanos ejemplares son simplemente personas que actúan de
manera visceral, animal. Personas que no guardan respeto por el otro, por sus
conciudadanos. No guardan respeto por las normas y la convivencia ciudadana. Demostraron que son personas anárquicas, seres
que no piensan ni razonan. Y lamentablemente, mostraron el poco aprecio que
tienen por si mismos al llegar a semejante bajeza. Su comportamiento de hoy
dice mucho de la calidad humana de la que están compuestos todos, porque quien
no participó ciertamente estaba informado y si no se opuso ni hizo nada para
impedirlo o alzar su voz en oposición es cómplice y es tan responsable como
aquel que participó y organizó tal acción tan denigrante para ustedes mismos.
De verdad, ¿ustedes creen que me hicieron daño a mí? ¿Ustedes creen que me
hicieron molestar? Ustedes creen que me perjudican a mí? Pues, desde ya se los
aclaro, a mí no me hicieron daño. Ciertamente, quienes quedaron muy mal paradas
fueron ustedes. Se hacen daño en su sistema digestivo y su salud al consumir
esos alimentos y aún más cuando se hace lleno de rabia, rencor, venganza, en
fin tantos sentimientos mezquinos. Se rebajan ustedes a la posición de personas
vengativas e incapaces de reconocer el bien en la acción del otro, y que lo que
busco es restablecer las normas. Las normas no las impongo yo, solo trato de
que se respeten y que vuelva lo normal y se cabe la anarquía que se instaló y
que todos ven como normal y así lo aseguran al expresar “aquí todo el mundo
come en el autobús” No porque todos lo hagan significa que está correcto. ¿Querían hacerme sentir mal? Pues no, al
contrario, mi autoestima sigue igual sino engrandecida al corroborar que resalto
con mi calidad humana. Que mis acciones son correctas porque solo estoy en
busca de restablecer el orden. Que mis principios y valores están intactos y
que nadie mucho menos a través de una acción tan vil, tan ruin y tan cobarde
logrará mancillarlos. Después de ese incidente me sentí muy feliz de ser como
soy y sentí mucha lastima por todos ustedes.
Solo reclamo mi derecho a respirar aire puro, mi derecho a utilizar un
transporte de calidad, con unidades limpias y en buen estado. Imagínense que se
sientan al lado de alguien que está fumando cuando ustedes no son fumadores. ¿Qué
harían, quedarse callados o reclamar su derecho respirar un aire limpio y a no
enfermarse a causa de otra persona? Eso es lo que yo reclamo. Y no va en contra
de nadie, reclamo por mi bienestar.
Si ustedes creen que este país cambiará en manos de un gobernante están
equivocados el cambio debe comenzar por cada uno de nosotros. Mírense, evalúense,
analícense y reflexionen. Dejemos de
actuar de manera impulsiva, con odio, con venganza. Eso no conduce a nada y perjudica
mucho.
Leo esto y me doy cuenta que no soy la única persona que le da asco y desprecio la bajeza que tienen algunas personas en la universidad. Usted no tiene idea de la falta de respeto que he vivido por culpa de los empleados de la universidad. Leo esta publicación y la anterior, y no puedo estar m'as de acuerdo. Lamentablemente, reclamar no nos llevar'a a nada. Es m'as grave de lo que parece. Venezuela se lleno de basura( no quería hablar tan feo y me disculpo), y est'a afecto a la universidad Simon Bolivar.
ResponderEliminarSiempre hay que reclamar, no hacerlo significa darnos por vencidas y eso jamás. No podemos quedarnos callados ante las injusticias ante lo inapropiado. Por lo menos nos sirve para hacerle ver a los demás que están haciendo algo indebido. Si no modifican su conducta es algo que no podemos remediar pero nosotras cumplimos con hacerles saber que no todos somos iguales. Saludos
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